#Manquepierda
A ser bético no se aprende. No nos preparan, ni enseñan. No hay facultades de beticismo. Ni oficios con arnés que te protejan ante la caída sin red. La vida va pasando a diario y te espera en una esquina para darte esos pellizcos en el corazón los domingos, miércoles o partidos de guardar. A veces, no hace falta ni partido para el maltrato. Tampoco hace falta para el halago.
Ser bético es de las cosas más difíciles de explicar de todas las cosas inexplicables. Sentimiento o religión. Pasión, nostalgia y esperanza. Ser bético es ser pobre de alegrías sobre el campo, rico en la sonrisa más humana. La que sólo puede contagiar la familia. Afortunados entre los millones de seres con suerte de vivir, estamos además los béticos. No sé cómo explicárselo al que no lo sea. Ya os dije que era difícil.
Un bético no sabe de relojes, ni entiende de minutos de descuento. Porque acaba el partido, pero no se esconde el sentimiento como se guarda la bufanda en el armario. Un bético lo es siempre y para siempre. Desde el segundo cero hasta el infinito. En este mundo no hay chaqueteros ni oportunistas. Hay sufridores e incondicionales. Y no los hay para contrastar con los que lo son y lo han demostrado muchas veces.
Anoche, en medio de la tormenta, me sentí un náufrago nadando a la deriva con la esperanza maltrecha, pero con el sentimiento intacto: Me acordé incluso de “Evasión o Victoria”, esa película protagonizada donde salía Pelé, cuando con cuatro goles en contra al descanso y tras la arenga en el vestuario, su equipo consigue empatar el partido. Claro que él era Pelé. Y el portero era Stallone.
Lo recordé y me dije que también era posible. Todo es posible con el Betis. Lo bueno y lo malo. Por eso es grande. Porque nos hace soñar hasta en los peores momentos. Hasta en mitad de la pesadilla. Pero no ocurrió. Y ante la exhibición rival, encajamos el desastre con las buenas formas que el RH nos permite, reconociendo todos los errores cometidos. Pero jamás te planteas abandonar el barco. Ni siquiera en mitad de la tormenta perfecta. Por eso no paramos de animar. Por eso somos así.
Así nacimos, con el “manquepierda” por bandera, fieles hasta en la peor de las derrotas, pero unidos por los colores hasta el día de la muerte.
Sergio Dénia.